miércoles, junio 29, 2016

LA CIUDAD Y LOS GATOS

Parábola Oaxaqueña

Según el reduccionismo más simplista el mundo puede dividirse en perros y gatos. Ello, obviamente, no es el del todo correcto; en el mundo hay mucho más que sólo perros y gatos... Pero cierto es que hay perros y gatos y que unos y otros son distintos.
            No quiere decir que sean mutuamente excluyentes y que quienes no son perros ni gatos sólo puedan elegir entre los primeros o los segundos. Tampoco significa que sus diferencias sean irreconciliables y unos y otros no puedan convivir e incluso hasta llevarse bien.
            Es sólo que en el mundo hay perros y gatos y que unos y otros son distintos.

Tal vez esto no le guste a quien guste de los perros, pero se debe entender que no hay aquí ningún juicio de valor, sólo hechos históricos; los perros, en primer y última instancia, son simplemente lobos derrotados.
            Hambrientos, humillados, se acercaron a los hombres primitivos y aceptaron cambiar su independencia y libertad por las tristes sobras que los humanos le ofrecían... Algunos lobos empezaron a  cazar para los hombres y aceptaron que estos se quedaran con la mejor carne de las presas, con las pieles de las presas y que a ellos les arrojaran algunos huesos.
            Algunos lobos aceptaron defender al hombre de otros hombres, de otros lobos, a cambio de un lugar caliente y algunos huesos... Así, algunos lobos dejaron de ser lobos y nacieron los perros.
            Nada de esto es triste, es sólo historia. Lo triste es que buena parte de los perros están felices de que así haya sido...

Los gatos, por su parte... Los gatos aprendieron a vivir con los humanos; a convivir con éstos sin sumisión… Es decir; a seguir siendo gatos, pero en un nuevo ambiente.
            Los gatos aprendieron que en donde los humanos vivían pululaban las plagas; roedores, insectos, pequeños reptiles y aves... También aprendieron que los humanos agradecían que alguien se deshiciera de esas plagas.
            Es decir; los gatos podían seguir cazando y disfrutando de lo cazado y teniendo el agradecimiento de los humanos por ello... Los gatos podían vivir en el mismo lugar que los hombres, sin renunciar a ser gatos.
            Pero los gatos no aprendieron una lección que era importante; la memoria de los hombres es pequeña... Los humanos pronto olvidaron que vivir con los gatos era mutuamente provechoso y empezaron a verlos sólo como animales que se negaban a ser sumisos.

Y así llegamos a la pequeña ciudad.
            No importa el nombre, no importa en qué parte del mundo está situada; es sólo una pequeña ciudad en la que viven y tratan de convivir hombres, perros y, por supuesto, los gatos que se deshacen de las plagas que los hombres alimentan no siempre sin querer.
            Los perros de la ciudad no son grandes perros, son más tirando a pequeños y, como sucede en los grupos de perros que sólo se huelen los traseros entre ellos mismos, con el tiempo se han vuelto verdaderamente estúpidos. Son perros patéticos que menean la cola alegremente cuando los humanos les arrojan sobras de comida, que giran y ladran sólo cuando los líderes de la ciudad se los ordenan.
            Los líderes de la ciudad, sobra decirlo, están muy felices con sus perros.

Los gatos de la ciudad, por otro lado, siguen cumpliendo con su parte del trato; hacen su labor y son felices cuando consiguen resultados.
            Pero los líderes de la ciudad no están contentos con los gatos, porque los gatos no menean la cola alegres cuando les arrojan las sobras, tanto más; a veces les parecen insuficientes y exigen más en recompensa por la labor que siguen cumpliendo.
            Tampoco ruedan a la voz de los líderes de la ciudad, tanto más; a veces, cuando los líderes de la ciudad les ordenan rodar y humillarse, los gatos simplemente dan la vuelta y se alejan a seguir cumpliendo con su labor...
            No, los líderes de la ciudad no están contentos con los gatos.

Por eso los líderes de la ciudad emprendieron una campaña contra los gatos.
            Los gatos son demasiados, dicen los líderes de la ciudad, sin importar si su número es proporcional a la labor que cumplen. Los gatos son flojos, siguen; porque no ruedan ni se humillan cuando se les ordena.
            Los gatos son un peligro para la ciudad, dicen los líderes y su labor podría ser cumplida por cualquiera, concluyen, de preferencia por perros que meneen la cola contentos y se rueden y se humillen cuando se les ordena.
            Y los líderes de la ciudad creyeron que su campaña funcionaba.

Y soltaron a los perros.
            Sí, los perros son lobos derrotados y ya no podrían volver a ser lobos; llevan la sumisión demasiado adentro y están demasiado orgullosos de ella... No, los perros ya no pueden ser lobos, pero algunos perros recuerdan que fueron lobos.
            Cuando le sueltan la correa y les dan un objetivo, los perros se arrojan contra la débil presa bajo las órdenes de los líderes de la ciudad y, por un momento, recuerdan que fueron lobos.
            Así son las cosas... Los perros se arrojan contra los gatos y destrozan a algunos… Pero los gatos son numerosos y saben moverse, esconderse entre las sombras.
            Pero algunas personas tienen memoria y conocen a los gatos, por eso les ayudan, los protegen, los arropan; se interponen entre los perros y sus presas.
            Pero los perros no saben nada de esto; sólo saben que los líderes de la ciudad les ordenaron acabar con los gatos y se arrojan sobre ellos y destrozan a los que sus dietes alcanzan.
            Y esta podría ser toda la historia...

Pero no.
            Porque los gatos son numerosos y saben moverse... Y, además, tienen garras y una paciencia que se agota.
            Porque hay personas que tienen memoria y conocen a los gatos y a los perros, pero sobre todo a los líderes de la ciudad.
            Porque gatos y personas saben que los perros son sólo perros, patéticos lobos derrotados; detrás de ellos están los líderes de la ciudad...
            Sí, los líderes de la ciudad tienen perros y esa podría ser toda la historia... Pero gatos y personas tienen garras, piedras, palos; memoria y una paciencia que empieza a agotarse.


Mario Stalin Rodríguez

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