jueves, abril 14, 2016

LABORES DE PARTO 04

Como queda escrito en las anteriores entregas, los trabajadores absorbidos por la Secretaría de Cultura se enfrentaban al reto de crear una representación sindical que los agrupara a todos reconociendo sus diferencias y las de las instituciones y dependencias a las que pertenecían.
            Una labor difícil y, por ello, los acercamientos a la solución partieron (y parten aún) desde múltiples ópticas...

Desde el principio, incluso desde el anuncio de la creación de la secretaría (Septiembre de 2015) y durante el movimiento en oposición a ésta, hubo voces que pugnaban por la creación de una opción sindical única para la, en ese entonces, aún no concretada dependencia.
            Sin embargo, desde ese primer momento y durante el largo proceso que siguió hasta que la Secretaría de Cultura fue creada formalmente (Diciembre de 2015), estas voces no iban más allá de la mera intención declarativa; sindicato único, sí, pero sin especificar el cómo conciliar en una única organización la multitud de situaciones, relaciones laborales y contextos de los que ya se ha hablado anteriormente.
            Por su parte, otros grupos veían en esta diversidad un peligro; pues pugnar por una organización única, decían, podía poner en riesgo las relaciones laborales y derechos adquiridos de los trabajadores de cada institución.
            Por ello, desde estos grupos, se pugnaba no por un sindicato único, sino por generar diversos sindicatos para cada una de las instituciones absorbidas por la naciente dependencia, sindicatos que bien podrían trabajar coordinadamente, pero que se encargarían de negociar cada uno por su parte sus particulares relaciones laborales, con las autoridades inmediatas de cada dependencia y con las centrales de la Secretaría de Cultura.
            De hecho, es sobre esta opción que muchas de las representaciones sindicales anteriormente establecidas empezaron a trabajar en un principio...

Sin embargo, los problemas inherentes a esta opción pronto fueron más que evidentes.
            Bajo este esquema, cada pequeño sindicato habría podido negociar con las autoridades inmediatas de sus particulares instituciones, pero se enfrentaría en condiciones de debilidad antes las autoridades centrales de la naciente secretaría.
            Tanto más, en un escenario previsibles, podría surgir una agrupación de representación minoritaria, pero con trabajadores de más de una institución, que ostentara el nombre de “Sindicato de la Secretaría de Cultura” que, siendo la única agrupación gremial de su tipo, automáticamente podría negociar directamente con las autoridades centrales de la dependencia.
            Ante este peligro, pues nada garantizaba que esta potencial agrupación siguiera los preceptos democráticos que tan duramente habían conquistado buena parte de las representaciones sindicales anteriormente existentes. Tanto más, era muy probable que, de surgir, fuera más bien cercana a lo más oscuro del sindicalismo oficial.
            Una opción habría sido crear sindicatos que representaran a semejantes; uno para los institutos desconcentrados homologados (INAH e INBA) y otro para todos los trabajadores que anteriormente se regían por las Condiciones Generales de Trabajo de la SEP.
            Sobra decirlo, esta opción adolecía de los mismos problemas que la anterior... No, crear sindicatos en plural no era alternativa.


Mario Stalin Rodríguez

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