miércoles, abril 06, 2016

LABORES DE PARTO 03

De acuerdo a lo analizado hasta el momento, los trabajadores que llegan a la Secretaría de Cultura procedentes de múltiples instituciones y dependencias, se enfrentaban al reto de intentar conformar una opción sindical que los representara a todos, a pesar de sus diferencias en el ámbito de las relaciones laborales e incluso de organización gremial.
            Si bien, como queda dicho, muchas de las representaciones sindicales habían alcanzado un cierto grado de independencia organizativa a pesar de su pertenencia formal al SNTE, ésta no era idéntica en todos los casos y ni siquiera era aplicable a la totalidad de los referentes.

A lo largo del tiempo, las representaciones sindicales tanto del Instituto Nacional de Antropología e Historia como del de Bellas Artes y Literatura, alcanzaron un gran grado de independencia organizativa en relación a lo estipulado para las delegaciones del SNTE, aunque sólo las tres representaciones del INAH (trabajadores ATM, investigadores y arquitectos) lograron llegar hasta el manejar la totalidad de los recursos económicos generados por las cuotas sindicales de sus agremiados.
            Obviamente, esto no se logró de la noche a la mañana, sino después de una larga lucha que involucró no sólo a los trabajadores de estas instituciones, sino incluso a ciertos directivos de las mismas, el prestigio que el trabajo de ambos institutos y, por ende, sus trabajadores tenían a nivel nacional e internacional y, muy obviamente, la resistencia del sindicato de educación a aflojar, así fuera mínimamente, el férreo control que ejercía (y ejerce) sobre sus secciones.
            No, no fue un proceso sencillo e involucró la confluencia de múltiples actores, incluso no involucrados directamente en las instituciones culturales, como la oposición democrática dentro del propio SNTE representada por los trabajadores magisteriales agrupados en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y el apoyo que se recibió desde otras organizaciones sindicales democráticas, ya fueran de instituciones de educación superior o de empresas paraestatales como la hoy extinta Luz y Fuerza del Centro.
            Conforme el proceso avanzaba, otros actores fueron sumándose a los esfuerzos de democratizar a las representaciones sindicales del sector cultura; los trabajadores de Radio Educación, algunos grupos del Centro Nacional para la Cultura y las Artes, del Sistema Nacional de Bibliotecas, de la propia administración central de lo que fuera Conaculta... Y etcétera.
            Las conquistas de esta larga lucha no fueron pocas; respeto a la vida sindical y organización propias de las representaciones, elección de sus dirigentes, participación de sus bases en la toma de decisiones, negociación de sus relaciones y prestaciones laborales... Y etcétera.
            Lamentablemente, como queda escrito, esto no es aplicable a la totalidad de los trabajadores que llegan a la Secretaría de Cultura.

Dentro de las instituciones absorbidas por la naciente dependencia, múltiples representaciones sindicales son aún controladas por el SNTE, con todo lo que ello implica; designación unilateral de la dirigencia sindical, negociaciones oscuras entre el sindicato y las autoridades, manejo discrecional de las prestaciones laborales, castigo a la disidencia y un largo y triste etcétera.
            El propio sindicato de educación promovió la división dentro de las representaciones que alcanzaron su independencia relativa, llegando a crear secciones paralelas a fin de entorpecer la facultad de negociación de las opciones democráticas.
            Como puede verse, el panorama que enfrentaban los trabajadores de la Secretaría de Cultura era complicado en prácticamente todos los ámbitos...

Mario Stalin Rodríguez

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