jueves, febrero 13, 2014

CORTAZIANA

Para Julio Cortázar

En su 30 aniversario luctuoso.

Andan los cronopios un poco desconcertados.
            Las buenas esperanzas los abrazan por la calle y hasta los altivos famas se detienen un momento cuando los encuentran y les dan palmaditas tranquilizadoras en la cabeza, mientras los miran con conmiseración.
            Andan los cronopios un poco desconcertados porque, de un tiempo a la fecha, todos les dan el pésame por su pérdida... Y los cronopios, pobres cronopios, no entienden de qué se trata.
            “Pobres cronopios”, les dicen las buenas esperanzas cuando los abrazan; “se ha ido el más grande; el mejor. Pobres cronopios, quedan huérfanos”. Y se van a hacer las cosas que hacen las esperanzas, dejando a los pobres cronopios en medio de la acera, confundidos.
            “Pobre cronopio”, murmura el fama con compasión; “se ha quedado sólo sin él y ahora, sin él, pronto será olvidado”. Y se va a hacer las cosas que hacen los famas, dejando al pobre cronopio en medio de la acera, seguro de no haber entendido algo importante.

“Se ha ido el más grande” dicen famas y esperanzas cuando se encuentran por la calle. “Por eso los cronopios están confundidos y hay que confortarlos, sin él pronto serán olvidados”, añaden los famas. “Y nadie volverá a cantar catala por las calles”, piensan las esperanzas con un poco de tristeza, pero luego se les pasa.
            Y los cronopios, pobres cronopios, no entienden de qué perdida hablan.
            Se miran los unos a los otros y en cada uno de ellos reconocen el rostro de quien ya no está, finalmente, ser cronopio, es saberse construido de uno y de los otros. Por eso los cronopios no entienden de pérdidas, porque son siempre un poco quien ya se ha ido.
            Por eso los cronopios no entienden de pérdidas, porque nunca acaban de irse...

“Pobre cronopios”, dicen famas y esperanzas cuando hablan en los cafés; “se ha ido el mejor de ellos y ahora están desconsolados”... Y los cronopios, pobres cronopios, que no entran en los cafés de los famas y esperanzas, se quedan en la calle rascándose la cabeza, confundidos.
            Y los cronopios, pobres cronopios, a veces se encuentran a otros cronopios y se abrazan… Ríen recordando lo que vivieron con quien se ha ido y, tal vez, cuando miran a su lado de reojo, reconocen su fantasma y éste se ríe con ellos.
            Y los cronopios, pobres cronopios, abrazan también el recuerdo de quien es ausente, porque los cronopios también aman a sus fantasmas, y se van por la calle, cantando catala.
            “Pobres cronopios”, piensan los famas y esperanzas mientras los ven alejarse... Abandonan el café y se van a hacer las cosas que hacen los famas y esperanzas.
Mario Stalin Rodríguez.

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1 Comments:

Blogger Vichoff said...

Lo cierto es que me he quedado un poco sin palabras al acabar de leer... pero he comprendido de pronto: llevamos semanas con recuerdos y homenajes por el centenario de su nacimiento, por el trigésimo aniversario de su muerte; leyendo acá y allá textos, recordando, recibiendo como regalo de cumple el "Cortázar de la A a la Z", hablando de él con los amigos... y sorprendida al mismo tiempo porque en ningún momento asomaba la tristeza. Un poco de nostalgia sí, un poco el deseo de que exista un lugar en el "amar, por fin/ a los que entonces y ahora" aquí y en todas partes/ nos tienen locamente enamorados", pero tristeza no.
Ahora ya sé por qué. Qué bien lo has explicado, Mario.
Gracias, gracias, gracias.

10:38 a.m.  

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