5° Aniversario (Invitados 06)

Nanny es, muy probablemente, una de las personas a las que por más tiempo he leído en internet... No debería sorprender a nadie, sus escritos siempre rebosan frescura y originalidad... Además de una ternura bien entendida e inteligente.

(Cuando Nanny pudo elegir tema y personaje para que yo escribiera un cuento y le hiciera un dibujo, su respuesta fue "CUéntame un cuento para mi hija y dibújala a ella"... Sí, efectivamente, ya volvimos a lo del dibujo)

Va aquí abajo, tras estas líneas, mi pequeña colaboración a esta celebración de Aniversario o de No Cumpleaños o como el dueño del blog quiera llamarle. Y va aquí, no abajo, aquí, mi felicitación o no felicitación a este utópico señor Hutopo que siempre nos recuerda que “la felicidad se escribe en gerundio” y que aún quedan poderosos contra quienes luchar y que comparte con nosotros sus nostalgias, sus ausencias y sus presencias. Felicidades -o no felicidades, elija usted- al gato solitario que transita por este blog que comparte con nosotros y con los otros y por los blogs de esos otros que podemos ser nosotros o no.
Por aquí tengo un ajado sombrero, hecho unos zorros de traerlo y llevarlo. Con permiso, me lo quito y hago una reverencia estilo mosquetero -espero no caerme- para saludar y felicitar al blog y al dueño del blog :)

El horizonte

La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.

Eduardo Galeano

Un día tomó su mochila y se lanzó a los caminos en busca de su sueño, pobre iluso, pobre loco, pobre soñador.
Andaba, siempre en línea recta, siguiendo al sol en su ruta, hasta que el cansancio podía con su voluntad.
La gente de los lugares en los que se detenía le preguntaban por su destino.
El respondía:
-Quiero llegar al horizonte.
Y las carcajadas surgían unánimes, estruendosas, con la fuerza de un torrente.
-Quiero alcanzar esa línea lejana tras la que el sol se esconde.
Y en el aire se mezclaban las risas y las voces que lo llamaban loco, demente, perturbado, lunático.
-Quiero llegar al horizonte y ver lo que se oculta más allá.
Alguno, más compasivo que el resto, lo tachaba de ingenuo.
-Quiero llegar al horizonte -repetía- y contemplar el dorado mundo que hay al otro lado.
La gente, finalmente, se alejaba de él, dejándolo sólo en medio del camino.
Y él, entonces, continuaba avanzando en silencio -pobre iluso, pobre loco, pobre soñador-, con la mirada fija en su destino. Sonriente, siempre sonriente.
En cada pueblo, ciudad, villa o aldea por la que pasara se repetía la misma escena.
Nadie entendía su extraña peregrinación hacia algo inexistente. Nadie comprendía qué tipo de locura impulsaba a ese hombre a seguir camino de lo imposible. Alguno intentó, incluso, detenerlo y encerrarlo “por su propio bien”, que es el motivo preferido por todo bienpensante para detener cualquier cosa que altere su visión del mundo.
Pero él seguía sin detenerse, sin preocuparse por lo que los demás dijeran, hicieran o pensasen. Pobre loco, pobre iluso, pobre soñador.
Quería llegar hasta el horizonte y debía seguir avanzando.
Sabía que nunca alcanzaría aquella línea, claro que lo sabía, era un soñador, no un tonto.
Sabía que era imposible llegar hasta ese lugar maravilloso que imaginaba más allá del lugar donde el sol se ocultaba. Era un iluso, no un tonto.
Por supuesto que lo sabía. Era un loco, no un tonto.
Pero también sabía que, cada paso que daba en esa dirección, le acercaba un poco más a su sueño y a él -pobre loco, pobre iluso, pobre soñador- con eso ya le bastaba.

Nanny, Tata Og

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