En nuestro reducido mundo occidental es absurdo pretender hablar de razas – culturas puras, sea por imposición o elección, nuestra cultura y formas de ver el mundo están marcadas por una historia de mestizaje (los árabes dominaron la península ibérica por casi ocho siglos, España tiranizó sus colonias americanas por poco más de 500 años) y por un presente de migración.
Salvo casos de endogamia enfermiza (como la que priva con excepciones, por ejemplo, en buena parte de la autonombrada nobleza europea), que produce hemofílicos, prognatas e idiotas genéticos; nuestra sociedad es hoy una mezcla de razas – culturas, un enorme caldero multicultural y pluriétnico.
Nos nutrimos de los otros y no es ésta una afirmación únicamente económica; nuestra forma de ver el mundo cambia conforme entramos en contacto con otras visiones del mañana.
La otra colonización Árabes y africanos en Europa
Latinoamérica (en particular, México), si bien el primer expulsor de migrantes en el orbe, no es el único. Anualmente cerca de dos millones de habitantes de los países árabes y, principalmente, africanos emigran de manera ilegal hacia Europa. Sería fantasioso ubicarlos únicamente como campesinos en estado de miseria, muchos de ellos son jóvenes urbanos con preparación académica que buscan una mejor vida.
Las razones de la migración árabe y africana son similares a las de la migración americana… Similares y completamente distintas.
África y el Medio Oriente son regiones marcadas por la violencia, sea que ésta provenga de regímenes despóticos, de guerrillas que hace mucho perdieron de vista las razones de su origen o por la ocupación y constante amenaza de potencias extranjeras, llámense éstas Estados Unidos o Israel.
En la actualidad, al menos un cuarto de la población africana y un tercio de los habitantes de los países árabes sobreviven en campos de refugiados, en espera de regresar a sus lugares de origen o escapar de su cotidiana pesadilla, rumbo a mejores tierras.
Los caminos de la migración árabe y africana los llevan hasta la reja que separa los territorios del Medio Oriente y Europa o a través del mar mediterráneo en embarcaciones que, la más de las veces, son apenas troncos mal unidos.
Las cifras no son exactas, no pueden ser exactas... Decenas, tal vez centenas de miles mueren anualmente ahogados por la marea o asesinados por el calor, el hambre y la sed.
Quienes sobreviven y son capturados, se ven trasladados a los campos de internamiento para inmigrantes ilegales; modernos campos de concentración donde miles esperan hacinados su inminente deportación.
A esta marea, debe sumarse la migración proveniente de las antiguas repúblicas soviéticas y su área de influencia, quienes a raíz de las reformas de
la Prestroika y la caída de socialismo real, vieron su economía derrumbarse ante las leyes del mercado y sus sueños de futuro morir entre conflictos separatistas e interétnicos.
Si bien la presencia de migrantes árabes, africanos o centroeuropeos es una constante en todos el territorio de
la Unión Europea, la mayor concentración de éstos se encuentra, principalmente, en las grandes urbes de países como España, Francia, Alemania e Inglaterra.
Construyendo y Reconstruyendo el paisaje
Es sencillo identificar la imagen del emigrado con la del marginado social, asociar su presencia a los índices de delincuencia y repetir, junto al coro de la ignominia, que una frontera sellada es sinónimo de seguridad en el hogar... Es sencillo, pero es mentira.
Repetir desde cualquier punto el concierto de falacias, es negar las razones reales de la migración y, por tanto, el papel que las grandes potencias industriales y económicas jugaron en el origen de todo esto.
El apoyo del gobierno estadounidense y de no pocas administraciones de países europeos, a regímenes despóticos es y ha sido una constante histórica. Regímenes que cobraron una sangrienta relevancia durante buena parte de la segunda mitad del siglo XX en América Latina y continúan haciéndolo en África y Medio Oriente, siempre bajo la mirada complaciente de los gigantes del Norte.
A ello debe sumarse la imposición de políticas económicas desde los organismos financieros bajo control del gran capital, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Interamericano del Desarrollo. Quienes condicionan sus apoyos económicos a la adopción de políticas privatizadoras y de reducción al gasto social de los gobiernos.
Repetir desde cualquier punto el concierto de las falacias, es negar las razones reales de la migración y, por supuesto, su papel real. Porque la economía de las grandes potencias económicas e industriales se yergue sobre cimientos de piel morena y oscura. Es decir; sobre las espaldas de los migrantes.
Con su trabajo construyen la prosperidad de las grandes potencias y su presencia da nuevos colores a las ciudades, comunidades y sociedades. Es ridículo reducir el fenómeno la migración a las estadísticas y datos económicos, porque, sobre todo, la migración cambia el mundo.
A medida que la migración crece, crece también la riqueza cultural del orbe... A medida que encontramos y conocemos a los distintos, crece, por supuesto, nuestra capacidad de entender el mundo y cambiarlo.